No se descubre nada de la trama al desvelar que sólo quedan 34 días para el fin del mundo, tal y como lo conocemos como diría R.E.M. No hay remedio, un cometa se aproxima imparable y no hay medios técnicos ni humanos para detenerle o cambiar su trayectoria. Pero como la esperanza es lo último que se pierde, el líder del mundo occidental pone a sus equipos a trabajar y convoca al mayor especialista conocido en desastres letales. En su reunión con los altos mandatarios del gobierno de Washington declara que la única manera de frenar lo irrefrenable es alinear a todo el mundo, amigos y enemigos, en una misma dirección, compartiendo información y recursos.
Ante la idea de trabajar junto a adversarios hay quien desconfía y se manifiesta en contra, advirtiendo a la audiencia del dilema ante el que se encuentra el país más poderoso del mundo: ¿debería contar con sus adversarios y, por ello, compartir información, recursos y secretos o sería preferible encontrar una solución al problema utilizando únicamente sus propios recursos? La disyuntiva traza dos caminos. Por un lado, emprender una vía cooperativa a riesgo de admitir cierta vulnerabilidad o, por otro, mantener una posición competitiva frente a otros a costa de sacrificar posibles soluciones que pudieran partir de otros cerebros.
Este clásico del dilema de los comunes, donde hay un recurso comprometido común a todos los participantes, lo resuelve el Presidente atendiendo a la recomendación del experto. Tras una batería de llamadas a otros líderes, logra poner en el mismo equipo a todos los países para la búsqueda de la solución salvadora. Curiosamente, lo digo por lo que marca la actualidad en las relaciones bilaterales, cierra las llamadas obteniendo el sí del mandamás chino.
Tú, yo y el Apocalipsis. Temporada 1. Episodio 2. “An Erotic Odissey”.